martes, 28 de noviembre de 2023

 

Los pintosos. Dos campesinos que traigo en mi corazón

Por JESÚS SOSA CASTRO

Nuca he negado mi origen campesino. Muchos de mis escritos dan cuenta debida de mis andares por los lomeríos y las partes planas de una tierra agreste que me vio nacer y me alimentó espiritualmente durante mis primeros 12 años. Durante ese tiempo disfruté la soledad, los silencios del campo, las pozas de agua zarca que se deslizaba virginalmente de las partes altas de los cerros y montañas que rodeaban mi existencia juvenil

Era obvio que no conocía otros mundos. Para mi la lluvia, las noches, las luciérnagas, las estrellas y los silencios nocturnos, eran lo más bello que pasaba por mis ojos tirado en un petate de palma. Observaba el enorme espacio sideral que cubría la oscuridad de las noches. En esos tiempos lejanos, éramos tres familias que formaban nuestra colonia. Mis padres, mis abuelos y mis tíos, se ocupaban del trabajo difícil y poco valorado de los quehaceres del campo

Los niños de entones jugábamos en no se qué. La mayoría de las veces íbamos a las pozas para chapotear y quitarnos los sudores que en la semana se acumulaba en nuestros cuerpos por el trabajo. Pero un día de tantos en los que disfrutábamos de él y de la soledad que nos daba la montaña, corrió el rumor de que kilómetros arriba se iba a producir una carrera de autos. Nuestra colonia se conmovió. ¿Cómo una carrera de autos en plena montaña donde apenas había senderos donde pasaban las personas y los burros que transportaban los productos del campo?

Los muchachos de entonces les pedimos permiso a nuestros padres para ir a tan cantado evento de carreras de autos. El permiso se hizo efectivo y enrumbamos camino hacia el lugar donde se decía se producirían las carreras. En ese lugar vivían varias familias de apellido Barreras. En esta comuna vivían dos jóvenes a los que llamaban “los pintosos” Su vitiligo no les producía ningún tipo de complejo. Eran, en cambio, dos jóvenes campesinos con una brillante capacidad para inventar cosas. Con lo que les dotaba el campo, inventaron dos autos de madera con llantas, frenos y volante del mismo producto. Los subieron a la parte alta de la montaña, y después de construir una carretera artesanal, se montaban en sus “autos” y emprendían su viaje en una carrera descomunal cuesta abajo

Con el tiempo, ese espectáculo se hizo famoso por todas partes de la montaña. Cada ocho días se juntaban los adultos y la muchachada para presenciar la carrera de autos que organizaban “los pintosos”. Hoy los recuerdo con mucho cariño, porque sin querer, dieron consistencia y felicidad a la soledad y a los silencios que me producían las montañas donde, para bien, he registrado para mí y para mis amigos los encantos y las dolencias de todo lo que yo viví

 

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