domingo, 21 de enero de 2024

 

Yo dormí el verano y el invierno a la luz de la luna

Por JESÚS SOSA CASTRO

Después de recibir a nuestro hijo que llegaba de Tulum nos fuimos a desayunar. Al regreso, me puse a revisar las redes y, como siempre, me encontré con un hermoso texto de José Saramago, que mi compañera y amiga María del Rosario Baltazar Munguía, había subido a su página de Facebook. Su contenido me conmovió. Su sensibilidad poética, mucho tiene que ver con lo que mis pasos por la vida, han venido sembrando y recogiendo con especial pundonor. Porque refiriéndome a Saramago, también yo dormí el verano y el invierno a la luz de la luna y dormí en petates de palma tapado con costales de yute, para aguantar el frío. Y en medio de esa paz que se vive en las montañas, mis ojos y mis sentidos veían mecer las ramas de los árboles y el tintineo de las estrellas del imponente firmamento. Todo pasaba como un río corriendo en silencio, mientras lo cóncavo del cielo permitía ver la traslúcida claridad de la vía láctea o la estrella del sur de la que tanto me hablaba mi padre

En este breve texto, quiero resaltar la sensibilidad literaria de María del Rosario y la capacidad poética de Saramago. Recogen lo más sencillo y trascedente que tiene la vida. Porque, “mientras llega el sueño de quienes hemos caminado muchos años sembrando ideas y recogiendo flores o abrojos, las historias y los sucesos que construye el pueblo se vuelven leyendas, asombros, episodios singulares, muertes y escaramuzas de piedra” Palabras y hechos de un pueblo rebelde que recoge memorias, construye caminos y produce nuevas historias    

Interesante la pregunta que Saramago le hace a su personaje. ¿Y después de todo, qué es lo que se espera? Tal vez se tengan que repetir las historias para no olvidarlas, para enriquecerlas con nuevos hechos y con nuevos ejercicios que pongan a prueba los derechos del pueblo. Siempre será posible que, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros y los rayos de la luz matutina, nos levante el ánimo para despertar la conciencia y poner los esfuerzos y las acciones en la ruta de la transformación del país. Ya no es el tiempo de estar tumbados debajo de la higuera cuando tenemos enfrente un universo tan complejo y en movimiento.  

En estos tiempos otras cosas no podrán ser. Ya no basta seguir mirando las estrellas. El mundo será más hermoso cuando ya no sintamos pena de morir. Cuando hayamos recibido la suprema gracia de que nuestra última despedida, sea el consuelo de la belleza revelada que nos haya dejado el honor y el orgullo de haberle servido a nuestro país y a nuestra gente. Cuando el clasismo y el racismo, el odio y el rencor de los poderosos contra los empobrecidos y humillados por ellos, entiendan que Saramago y mi amiga y compañera de lucha María del Rosario, recogen en su humildad y en su corazón la no vergüenza que a veces se duerma con los cerdos. “Ojalá cuando tengamos que morir, pudiéramos despedirnos de los árboles, de los huertos, de los amigos, de los compañeros, uno por uno, abrazándolos y llorando, porque a decir verdad no los volveremos a ver".

Las palabras entrecomilladas fueron recogidas de la página de María del Rosario Baltazar Munguía y del texto de JOSÉ SARAMAGO (Portugal,1922 - 2010)

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