Entre perros
Por JESÚS SOSA CASTRO
Mientras el vapor y las cenizas dibujaban símiles del Dr.
Atl, el Popo espabiló mis ojos tempranamente cansados. Mirando al oriente pude
descubrir ese universo blanco que resbalaba por las faldas de esos dos colosos
del centro sur del país. Mientras el humo blanco que expulsaba Don Goyo, corría
a tres kilómetros de altura arrastrado por los aires helados de un invierno
quemante y frío a la vez, yo recordaba todas las veces que esos paisajes
hermosos habían pasado frente a mis ojos y no me había parado a mirarlos. Me
senté en el borde de un banco y extasiado, contemplé una especie de ácaros que
corrían febrilmente hacia el lado sur poniente de ambos volcanes. Eran como las
once de la mañana y el sol de invierno empezaba hacer estragos en mi vieja piel
Busqué la sombra del frondoso encino y abrí el libro Entre
perros, de Alejandro Almazán. Un escritor egresado de Ciencias Políticas de la
UNAM y autor de varios ensayos en los que documenta los problemas del
narcotráfico, las redes del poder, la enorme corrupción en la policía, el
ejército y el gobierno. Oteé renglón por renglón y leí planteamientos que me
derritieron como un muñeco de nieve quemado por este caprichoso sol de diciembre.
Poco a poco fueron pasando las horas del día. Seguramente era la poesía y las
verdades contenidas en el libro lo que hizo que salieran a la superficie de mis
pensamientos aquellos hechos que los años habían dejado olvidados. Recordé que
a la sombra de mi encino, una de muchas veces vi que por sus arrugadas mejillas,
mi padre musitaba cosas que acompañaba con sus lágrimas seniles
En un instante me vi entre estas heladas ventiscas y en el grisáceo
paisaje del corredor biológico del Chichinauzin. Examiné a distancia sus cañones
pétreos y sus enormes vacíos. Recordé el miedo que me doblaba las piernas
cuando en compañía de Carmen, de Rosa, sus hijos y el mío, subíamos sus
acantilados para observar el hermoso valle de Cuautla y de Cuernavaca, trepados
en la enhiesta pirámide del Tepoxteco. Con esos recuerdos recorrí un tramo
grande de mi vida retrospectiva. Olí la dicha de ser joven y traje conmigo cosas
que requerían temple y decisión. Porté en mis haberes la utopía de querer
cambiar las cosas de mi país. Fui merecedor de esos sueños locos que a veces le
llevan a uno a la entrega de la vida a cambio de tus ideales. Tuve dos días para
recordar mi pasado y hacer un recuento de mis tiempos idos. Recordé una
conversación de Don Ermilo Abreu Gómez y Renato Leduc hablando de cuando éste
escribió su poema El TIEMPO. En ese momento, recordé la frase final de su
cuarteta: Yo “no tuve la dicha inicua de perder el tiempo”
Aprendí mucho al lado de mis compañeros que recorrían el país.
Aun siento orgullo de haber luchado al lado de Arnoldo Martínez Verdugo, de Valentín
Campa, Ramón Danzós Palomino, Demetrio Vallejo y Othón Salazar. Fui militante
del Partido Comunista Mexicano, del Partido Socialista Unificado de México, del
Partido Mexicano Socialista y del Partido de la Revolución Democrática. Salí
asqueado del PRD. Creí que Morena sería la diferencia con aquellos que no
supieron ser. Hoy sigo confiado en que así será. Estoy haciendo una especie de
balance porque el 2014 se va. Ha dejado una estela de muertos, de
desaparecidos, de padres sin hijos y un país herido y sin futuro
Hubiera querido entender mejor el sentido del ayer. El hoy
pinta de gris y no hay muchos que quieran borrar ese color. Tal vez Andrés
Manuel pueda intentarlo con éxito. La condición está en que se apoye en el
pueblo y que impida la entrada a los arribistas de siempre. Como ciudadano lo
acompañaré hasta en tanto mis temores no me den la razón. Deseo que aquellos
que fueron impuestos por razones ajenas al trabajo y a la honestidad, sepan
hacer honor a la causa y renuncien antes de que la debacle los arroye. Lo deseo
porque me importa el mañana de mi pueblo, porque aprecio la nobleza de los
mexicanos y porque valoro la solidaridad de otros pueblos del mundo. Nuestra
gente está saliendo de sus adormideras pero a su alrededor sólo ve desolación.
Sabe que sus lágrimas no servirán de mucho si no salimos de vivir entre perros.
Si no avanzamos en la transformación real del país. Si no corremos a los
gobernantes que se quieren quedar para siempre en el poder. ¡Impidamos que en
los frontispicios de la República” quepa aquella frase que escribiera Eduardo
Galeano. México “jugó, triunfó, meó y perdió” ¡Sería lamentable que eso
ocurriera!
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