La ignorancia, una señora que
encarcela y empobrece
Por JESÚS SOSA CASTRO
No somos pocos los que
nos preguntamos: ¿cuál es el sentido de participar en un proceso electoral en
el que sus órganos, los medios de comunicación y los partidos, están en la ruta
de mantener el poder contra viento y marea, mandando al carajo los problemas
del pueblo? Participar en los procesos electorales -decimos muchos- tiene
sentido si en el fondo de esa lucha se contiene el necesario planteamiento de
cambiar el régimen político, generar una
participación radical que subvierta las actuales reglas del poder y que ponga fin
a la opresión del capital en cualquiera de sus formas y manifestaciones
En esta ruta vamos amplios
sectores de mexicanos. Lo hacemos porque el sistema político ha perdido el
consenso social y porque las demandas históricas del pueblo que participó en la
Revolución de 1910-17, han sido pervertidas y nulificadas por las acciones de un
gobierno rapaz y entreguista a los intereses transnacionales. Si hay que
cambiar el país no es quedando al margen de este esfuerzo que hacen millones de
mexicanos que se han incorporado a este espacio de conflictividad nacional. Más
aún cuando Morena está impactando a importantes masas populares que escenifican
batallas trascendentes de resistencia liberadora. Marginarnos de estas peleas
entre el pueblo mexicano y sus enemigos históricos, es despreciar la
concurrencia de aquellos sentimientos que por décadas no aparecían en la escena
pública y que hoy, con matices diversos, la inmensa mayoría considera que el
cambio está por llegar
No dejamos de observar
que la lucha de Morena contiene grandes omisiones. La transformación nacional
de la que habla, no se corresponde con la actividad cotidiana que impulsa ni en
el comportamiento político de la mayoría de sus candidatos. Exceptuando Andrés
Manuel y Ricardo Monreal que recurrentemente hablan de esa transformación
necesaria, los demás se la pasan papaloteando en el círculo vicioso del
pragmatismo electoral. Las cosas sólo cambiarán si se lucha contra el poder
estatal y el capitalismo en su conjunto. Para lograr este objetivo hay que
cuestionar este dominio en su propio espacio social y político, eliminando las
relaciones estatales dominantes mediante una participación masiva,
revolucionaria, que dé sentido a las luchas populares y profundice el
desarrollo de una conciencia crítica en la gente
Es verdad que lo que
pasa en el país con la corrupción, la violencia, el desempleo y la pobreza, son
factores que pueden influir en la decisión de los ciudadanos para ya no seguir
votando por los partidos del sistema. Pero la intensidad de la opresión o la
existencia de iniciativas revolucionarias no constituyen por sí mismas
detonantes de un cambio social. Según Barrington Moore, “hay códigos de
comportamiento colectivo que explican la pasividad o el instinto de rebelión
con que los hombres enfrentan determinadas circunstancias históricas. Las
condiciones más extremas se vuelven soportables si no se rebasan los límites de
esa normatividad compartida” (*) En esto andan los “ideólogos” del sistema y el
gobierno de Peña Nieto. Hacen esfuerzos para vencer la resistencia moral a las
injusticias que vive la gente, pero a contrapelo de lo que buscan, la sociedad se
empieza a expresar en los actos cada vez más crecientes a los que convoca
Morena
Sin embargo, la
sociedad está sometida a varias circunstancias que le hacen difícil la toma de
decisiones. Hay jóvenes y adultos sordos de por vida a los estímulos de la
lectura y del saber. El 95% de los hogares mexicanos según el INEGI tienen TV y
solo 3 de cada 10 están conectados a Internet. En 2012 se hizo una encuesta
nacional de lectura en la cual se aportó el dato de que en el 2006, el 56% de
los mexicanos leían por lo menos un libro al año y para el 2012 ese porcentaje
había bajado al 46.2%. A estos datos hay que sumar 5 millones de analfabetos
que hay en el país. Esto explica por qué la TV se ha convertido en la principal
fuente de poder y de regresión cultural que dificultan el entendimiento de lo
que pasa a nuestro alrededor
Justo por esto no
resulta explicable que en Morena el papel de sus intelectuales no esté en primera
fila aportando cultura política. Hasta hoy el mayor peso del trabajo electoral descansa
en los activistas y en un pragmatismo digno de mejor causa. Los dirigentes no
han entendido que sólo sumando los esfuerzos, las conciencias, las opiniones; atrayendo
todos los sentimientos, respetando los derechos y el trabajo de todos, se puede
cambiar el país. La política no sólo deben hacerla los políticos profesionales.
Para todos es importante aunque muchos digan que no les gusta. La política
condiciona toda nuestra vida y nuestra convivencia. La ignorancia es una señora
perversa que nos encarcela y nos empobrece. Para que pronto salgamos de estas
miserias hay que estudiar, enterarse, participar y votar. Todo este almácigo de
hechos y de acciones, sólo se puede desarrollar en el vientre de Morena. Ojalá
que esto no sea una ilusión más y que al final nos lleve a otra derrota. ¡Por
lo pronto y por lo que a mí toca, mi voto será para Morena!
(*) Barrington
Moore, La injusticia. Bases sociales de la obediencia y la rebelión. UNAM 1996
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