miércoles, 27 de mayo de 2015

La ignorancia, una señora que encarcela y empobrece
Por JESÚS SOSA CASTRO
No somos pocos los que nos preguntamos: ¿cuál es el sentido de participar en un proceso electoral en el que sus órganos, los medios de comunicación y los partidos, están en la ruta de mantener el poder contra viento y marea, mandando al carajo los problemas del pueblo? Participar en los procesos electorales -decimos muchos- tiene sentido si en el fondo de esa lucha se contiene el necesario planteamiento de cambiar el régimen político, generar  una participación radical que subvierta las actuales reglas del poder y que ponga fin a la opresión del capital en cualquiera de sus formas y manifestaciones
En esta ruta vamos amplios sectores de mexicanos. Lo hacemos porque el sistema político ha perdido el consenso social y porque las demandas históricas del pueblo que participó en la Revolución de 1910-17, han sido pervertidas y nulificadas por las acciones de un gobierno rapaz y entreguista a los intereses transnacionales. Si hay que cambiar el país no es quedando al margen de este esfuerzo que hacen millones de mexicanos que se han incorporado a este espacio de conflictividad nacional. Más aún cuando Morena está impactando a importantes masas populares que escenifican batallas trascendentes de resistencia liberadora. Marginarnos de estas peleas entre el pueblo mexicano y sus enemigos históricos, es despreciar la concurrencia de aquellos sentimientos que por décadas no aparecían en la escena pública y que hoy, con matices diversos, la inmensa mayoría considera que el cambio está por llegar
No dejamos de observar que la lucha de Morena contiene grandes omisiones. La transformación nacional de la que habla, no se corresponde con la actividad cotidiana que impulsa ni en el comportamiento político de la mayoría de sus candidatos. Exceptuando Andrés Manuel y Ricardo Monreal que recurrentemente hablan de esa transformación necesaria, los demás se la pasan papaloteando en el círculo vicioso del pragmatismo electoral. Las cosas sólo cambiarán si se lucha contra el poder estatal y el capitalismo en su conjunto. Para lograr este objetivo hay que cuestionar este dominio en su propio espacio social y político, eliminando las relaciones estatales dominantes mediante una participación masiva, revolucionaria, que dé sentido a las luchas populares y profundice el desarrollo de una conciencia crítica en la gente
Es verdad que lo que pasa en el país con la corrupción, la violencia, el desempleo y la pobreza, son factores que pueden influir en la decisión de los ciudadanos para ya no seguir votando por los partidos del sistema. Pero la intensidad de la opresión o la existencia de iniciativas revolucionarias no constituyen por sí mismas detonantes de un cambio social. Según Barrington Moore, “hay códigos de comportamiento colectivo que explican la pasividad o el instinto de rebelión con que los hombres enfrentan determinadas circunstancias históricas. Las condiciones más extremas se vuelven soportables si no se rebasan los límites de esa normatividad compartida” (*) En esto andan los “ideólogos” del sistema y el gobierno de Peña Nieto. Hacen esfuerzos para vencer la resistencia moral a las injusticias que vive la gente, pero a contrapelo de lo que buscan, la sociedad se empieza a expresar en los actos cada vez más crecientes a los que convoca Morena
Sin embargo, la sociedad está sometida a varias circunstancias que le hacen difícil la toma de decisiones. Hay jóvenes y adultos sordos de por vida a los estímulos de la lectura y del saber. El 95% de los hogares mexicanos según el INEGI tienen TV y solo 3 de cada 10 están conectados a Internet. En 2012 se hizo una encuesta nacional de lectura en la cual se aportó el dato de que en el 2006, el 56% de los mexicanos leían por lo menos un libro al año y para el 2012 ese porcentaje había bajado al 46.2%. A estos datos hay que sumar 5 millones de analfabetos que hay en el país. Esto explica por qué la TV se ha convertido en la principal fuente de poder y de regresión cultural que dificultan el entendimiento de lo que pasa a nuestro alrededor
Justo por esto no resulta explicable que en Morena el papel de sus intelectuales no esté en primera fila aportando cultura política. Hasta hoy el mayor peso del trabajo electoral descansa en los activistas y en un pragmatismo digno de mejor causa. Los dirigentes no han entendido que sólo sumando los esfuerzos, las conciencias, las opiniones; atrayendo todos los sentimientos, respetando los derechos y el trabajo de todos, se puede cambiar el país. La política no sólo deben hacerla los políticos profesionales. Para todos es importante aunque muchos digan que no les gusta. La política condiciona toda nuestra vida y nuestra convivencia. La ignorancia es una señora perversa que nos encarcela y nos empobrece. Para que pronto salgamos de estas miserias hay que estudiar, enterarse, participar y votar. Todo este almácigo de hechos y de acciones, sólo se puede desarrollar en el vientre de Morena. Ojalá que esto no sea una ilusión más y que al final nos lleve a otra derrota. ¡Por lo pronto y por lo que a mí toca, mi voto será para Morena!




(*) Barrington Moore, La injusticia. Bases sociales de la obediencia y la rebelión. UNAM 1996

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