Algunas reflexiones sobre el poder y
la democracia
Por JESÚS SOSA CASTRO
En su discurso ante la Convención Nacional del 7 de febrero
de 1794, Maximilien Robespierre dijo que “la democracia es un Estado en el que
el pueblo soberano, guiado por leyes que son obra suya, puede obrar por sí
mismo, si esto no fuera posible, deberá hacerlo al través de sus delegados, …
porque la democracia, es el movimiento dirigido a arrebatar el poder a quienes
lo acaparan, para repartirlo entre el pueblo que es el llamado a ejercerlo por
sí mismo o por sus delegados”(1)
Doscientos veinticuatro años después, la lucha por la
democracia en las sociedades modernas sigue siendo una demanda inaplazable. No
hay partido político de izquierda o más o menos progresista, que no hable de la
necesidad de democratizar la vida de sus respectivas sociedades, aunque en su
actuar cotidiano, esos partidos se hayan asumido como parte de las derechas
autoritarias, antidemocráticas y siempre, detentadoras del poder. Esto,
entiéndase o no, conduce a que en la mayor parte de las revoluciones actuales
esté planteándose la necesidad de socializar el poder, sin lo cual, no puede
hablarse de democracia
Este es un problema complejo y hay que trabajarlo
sistemáticamente y a fondo. No solo porque la democracia tiene que ver con el
poder y el poder que hasta ahora conocemos, lo que menos le interesa es la
democracia. Los que acaparan este binomio, al lado de sus intelectuales y sus
burocracias políticas, argumentan e insisten en que la democracia es, cuando
mucho, un proceso de selección entre élites para ejercer el control de la
administración. Para ellos basta que pueda elegirse a representantes y a
funcionarios entre los partidos del sistema para que se regodeen hablando de la
democratización de su vida nacional
El Dr Armando Martínez Verdugo ha hecho importantes
aportaciones sobre la dicotomía que a Robespierre hace más de dos siglos le
preocupaban. En el capítulo tres de su libro, acepta que teóricos de gran
relevancia no han resuelto a profundidad la imbricación humana entre la
democracia y el poder. Aventura, sin embargo, la tesis de que en los filósofos
alemanes del siglo XIX se encuentran las claves para entender lo que este
concepto significa. A partir de esas claves, Martínez Verdugo afirma que “el
poder es una relación social humana que finca sus raíces en la condición
fundamental, exclusiva y específica, que ningún otro ser vivo, realiza” “La
forma de cómo este ser humano aplica su poder, es ejerciendo una relación
social de dominio, control y mando sobre los demás” (2) Por medio de estos mecanismos hace que el poder se maneje al
arbitrio de las facultades propias y ajenas, trastocando el atributo esencial
de los seres humanos. Estos seres poderosos son los que ponen a los otros en
orden, les ponen el orden en el que deben vivir y les determinan su situación
vital conveniente
Ahora bien. Robespierre señala que “la democracia es un
Estado en el que el pueblo soberano, guiado por leyes que son obra suya puede
obrar por sí mismo, pero si esto no fuera posible deberá hacerlo al través de
sus delegados” Los poderes imperiales y las oligarquías, cualquiera que sea su
origen o su nacionalidad, son los que tienen el poder y no lo van a soltar así
sea por mandato del pueblo o de sus delegados. Tampoco lo van a entregar por el
influjo que significa la presión política. Entregarán el poder cuando la
mayoría del pueblo los confronte y los derrote. Mientras la lucha por el poder
y la democracia se limite al ejercicio del voto y de la razón histórica, los poderosos
seguirán montados en él haciendo de las suyas. Para que haya democracia no
basta con tener acceso a los procesos electivos o de ejercer el derecho a la
libre opinión, aunque esto represente un gran avance, lo que hay que hacer es
disponer todas las fuerzas del pueblo para disputarle el poder a los imperios,
a las oligarquías y a las clases explotadoras
Para que haya democracia, es necesario que los más tengan el poder y que desaparezcan
los privilegios de los menos” Porque
cuando los privilegios se democratizan, estos se convierten en los derechos que
son la base de la libertad. Por eso aquellos que atacan los derechos civiles y
los derechos sociales, atacan la democracia. Ese discurso consuetudinario y
radical que consiste en defender la democracia contra viento y marea, solo
tiene significación si se empatan los dichos con los hechos y si se liga esta
lucha con la necesidad de tomar el poder. Muchos se la pasan gritando su radicalismo
por conquistar la democracia sin conectar su lucha con la transformación
radical de la sociedad humana. La radicalidad de los que luchamos por la
democracia sólo la podemos medir haciendo que los principios sean consecuencia
de la radicalidad de los resultados. Y todo esto, valga la simplicidad, solo se
consigue conquistando el poder. No hay otra salida, por lo menos, así lo
percibo
(1).- Disputar la
democracia, Política para tiempos de crisis. Pablo Iglesias Editorial Akal
(2).- El poder, Una
aproximación teórica a su fundamento constituyente, Armando Martínez
Verdugo, Editorial Instituto Electoral
del Estado de México, IEEM
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