Una visión de país y un apunte sobre el futuro
Por JESÚS SOSA CASTRO
Para nadie es un secreto que el país está cayéndose en
pedazos. Que el pueblo y sus trabajadores están pasando enormes dificultades
para poder subsistir. Que de los ocho partidos políticos que mantuvieron su
registro, siete representan los intereses del sistema. Morena está dando sus
primeros pasos y no es correcto, aún, juzgar su comportamiento político. Su
líder Andrés Manuel es el único que puede evaluarse positivamente por los
resultados obtenidos como Jefe de gobierno del 2000 al 2005. En cambio, la dirección
actual no ha podido resolver los problemas de los grupos de poder. Se siguen
imponiendo decisiones arbitrarias y se afianzan las bandas corporativas. La
democracia es la ausencia principal en su práctica política. Necesita remar
fuerte y a contra corriente para que los oportunistas no se coman al partido
que, todos, sostenemos debe ser diferente a los demás
¡Esta tarea es difícil y compleja! Las fuerzas políticas y
sociales que están hartas de la pobreza, el desempleo, el caos económico, la
violencia y el saqueo de nuestros recursos, están obligadas a la corrección de
sus prácticas organizativas y políticas. La oligarquía trabaja con oportunidad
y eficacia para impedir los cambios que se vienen exigiendo por amplios
sectores de la sociedad. La izquierda está fraccionada y no se ve que Morena
esté tomando las medidas para convertir sus estructuras en un bastión democrático
que sea el espejo en el que se miren los ciudadanos que trabajan por una verdadera
transformación. Si al final de cuentas el II Congreso Nacional del 20-21 de
noviembre, no remonta lo que está sucediendo en sus filas, Morena no podrá
entusiasmar a la gente que eventualmente pudiera votar por su proyecto.
Necesitamos un golpe de timón a favor de la democracia, la transparencia y la
conversión del trabajo electoral, en acciones que defiendan las demandas y las
luchas populares
El problema fundamental que viven las fuerzas democráticas del
país, tiene que ver con su dirección política. En el ejercicio de su trabajo, estas
fuerzas no distinguen los espacios de la conflictividad social. Siguen usando
los mismos viejos métodos de lucha, sus acciones políticas están impregnadas de
un liberalismo burgués y a veces, de un jacobinismo formalmente remozado. Sus
militantes estamos atrapados en el inmediatismo, en un practicismo estéril, en
los que de manera arbitraria se separan la política, la ética, la convivencia
revolucionaria y la práctica cívico-social. Al lado de estas cuestiones
negativas, hay, sin embargo, algo que nunca podremos encomiar demasiado: la
abnegación, el trabajo y la honestidad de miles y miles de militantes, a la cabeza de los cuales se
encuentra el líder Andrés Manuel López Obrador. ¡Esto es importante
reconocerlo!
Expresar estos reconocimientos, no nos exime de la
responsabilidad de anotar las cosas que nos faltan y/o las debilidades que aún
arrastramos. Lo primero que tenemos que hacer, es definir claramente cuál es el
nuevo rumbo que le estamos proponiendo al país. Hasta ahora sólo hemos hablado
de un cambio verdadero pero este pronunciamiento ya no es suficiente. Es verdad
que la lucha revolucionaria debe ser integral, debe implicar lo nacional y lo
mundial, porque vivimos en un mundo globalizado, según lo señala el ABC de la
teoría. ¡Pero todo principio que se absolutiza termina por negarse! Desde
nuestra óptica, los conflictos sociales que tienen que ver con el ejercicio del
poder hay que atenderlos de manera diferente como diferentes son los espacios
de la conflictividad social
Uno de esos espacios es la formación, conformación y ejercicio
del Estado y del gobierno. Aquí están los partidos, el parlamento, la justicia,
la lucha electoral, entre otros. En él se producen y reproducen las condiciones
materiales de la vida, donde se dan y se tensan las relaciones sociales de producción,
distribución y consumo. La lucha es por mejorar las condiciones de vida y de
trabajo de la población. La dirección revolucionaria, ocupa otro espacio, en el
cual se expresa la conducción despótica del poder y la autodeterminación de los
pueblos. Para evitar equívocos, hay que señalar que estos distintos espacios
son parte de una misma totalidad y que el trabajo revolucionario debe darse en
sincronía y en una misma concurrencia, aunque los lenguajes, los contenidos de
las demandas, las formas de lucha y las tareas sean distintos en cada uno de
los momentos y los espacios
Con esto queremos decir que un partido político como Morena,
tiene la obligación de singularizar el tipo de luchas que enfrenta y aplicar de
manera diferenciada sus políticas, sus tácticas y sus estrategias. No es lo
mismo luchar por demandas reivindicativo sectoriales, que proponerse la toma
del poder. Si este fuera el caso, el contenido de su lucha tendría que empezar
por forjar en el pueblo una nueva significación de su vida, un imaginario
colectivo diferente, que subvierta la hegemonía de los poderosos y genere las
condiciones para que el esfuerzo y la acción popular, conduzcan a ese gran
objetivo. Estas distinciones que creo necesario hacer, nada tienen que ver con
la vieja diferenciación que hacía Lenin en torno a la lucha consciente y la
lucha espontánea o lucha política y lucha economicista, aunque para todos los
luchadores, no hay espacios prioritarios
de por sí. Al contrario, en todos ellos tiene que desplegarse la lucha
revolucionaria, porque cada lucha acumula experiencia que da cuerpo a la
conciencia política de los distintos sujetos que actúan en esos espacios de
conflictividad social
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