martes, 25 de agosto de 2015


 Una visión de país y un apunte sobre el futuro

Por JESÚS SOSA CASTRO

Para nadie es un secreto que el país está cayéndose en pedazos. Que el pueblo y sus trabajadores están pasando enormes dificultades para poder subsistir. Que de los ocho partidos políticos que mantuvieron su registro, siete representan los intereses del sistema. Morena está dando sus primeros pasos y no es correcto, aún, juzgar su comportamiento político. Su líder Andrés Manuel es el único que puede evaluarse positivamente por los resultados obtenidos como Jefe de gobierno del 2000 al 2005. En cambio, la dirección actual no ha podido resolver los problemas de los grupos de poder. Se siguen imponiendo decisiones arbitrarias y se afianzan las bandas corporativas. La democracia es la ausencia principal en su práctica política. Necesita remar fuerte y a contra corriente para que los oportunistas no se coman al partido que, todos, sostenemos debe ser diferente a los demás

¡Esta tarea es difícil y compleja! Las fuerzas políticas y sociales que están hartas de la pobreza, el desempleo, el caos económico, la violencia y el saqueo de nuestros recursos, están obligadas a la corrección de sus prácticas organizativas y políticas. La oligarquía trabaja con oportunidad y eficacia para impedir los cambios que se vienen exigiendo por amplios sectores de la sociedad. La izquierda está fraccionada y no se ve que Morena esté tomando las medidas para convertir sus estructuras en un bastión democrático que sea el espejo en el que se miren los ciudadanos que trabajan por una verdadera transformación. Si al final de cuentas el II Congreso Nacional del 20-21 de noviembre, no remonta lo que está sucediendo en sus filas, Morena no podrá entusiasmar a la gente que eventualmente pudiera votar por su proyecto. Necesitamos un golpe de timón a favor de la democracia, la transparencia y la conversión del trabajo electoral, en acciones que defiendan las demandas y las luchas populares

El problema fundamental que viven las fuerzas democráticas del país, tiene que ver con su dirección política. En el ejercicio de su trabajo, estas fuerzas no distinguen los espacios de la conflictividad social. Siguen usando los mismos viejos métodos de lucha, sus acciones políticas están impregnadas de un liberalismo burgués y a veces, de un jacobinismo formalmente remozado. Sus militantes estamos atrapados en el inmediatismo, en un practicismo estéril, en los que de manera arbitraria se separan la política, la ética, la convivencia revolucionaria y la práctica cívico-social. Al lado de estas cuestiones negativas, hay, sin embargo, algo que nunca podremos encomiar demasiado: la abnegación, el trabajo y la honestidad de miles y miles  de militantes, a la cabeza de los cuales se encuentra el líder Andrés Manuel López Obrador. ¡Esto es importante reconocerlo!

Expresar estos reconocimientos, no nos exime de la responsabilidad de anotar las cosas que nos faltan y/o las debilidades que aún arrastramos. Lo primero que tenemos que hacer, es definir claramente cuál es el nuevo rumbo que le estamos proponiendo al país. Hasta ahora sólo hemos hablado de un cambio verdadero pero este pronunciamiento ya no es suficiente. Es verdad que la lucha revolucionaria debe ser integral, debe implicar lo nacional y lo mundial, porque vivimos en un mundo globalizado, según lo señala el ABC de la teoría. ¡Pero todo principio que se absolutiza termina por negarse! Desde nuestra óptica, los conflictos sociales que tienen que ver con el ejercicio del poder hay que atenderlos de manera diferente como diferentes son los espacios de la conflictividad social

Uno de esos espacios es la formación, conformación y ejercicio del Estado y del gobierno. Aquí están los partidos, el parlamento, la justicia, la lucha electoral, entre otros. En él se producen y reproducen las condiciones materiales de la vida, donde se dan y se tensan las relaciones sociales de producción, distribución y consumo. La lucha es por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. La dirección revolucionaria, ocupa otro espacio, en el cual se expresa la conducción despótica del poder y la autodeterminación de los pueblos. Para evitar equívocos, hay que señalar que estos distintos espacios son parte de una misma totalidad y que el trabajo revolucionario debe darse en sincronía y en una misma concurrencia, aunque los lenguajes, los contenidos de las demandas, las formas de lucha y las tareas sean distintos en cada uno de los momentos y los espacios

Con esto queremos decir que un partido político como Morena, tiene la obligación de singularizar el tipo de luchas que enfrenta y aplicar de manera diferenciada sus políticas, sus tácticas y sus estrategias. No es lo mismo luchar por demandas reivindicativo sectoriales, que proponerse la toma del poder. Si este fuera el caso, el contenido de su lucha tendría que empezar por forjar en el pueblo una nueva significación de su vida, un imaginario colectivo diferente, que subvierta la hegemonía de los poderosos y genere las condiciones para que el esfuerzo y la acción popular, conduzcan a ese gran objetivo. Estas distinciones que creo necesario hacer, nada tienen que ver con la vieja diferenciación que hacía Lenin en torno a la lucha consciente y la lucha espontánea o lucha política y lucha economicista, aunque para todos los luchadores,  no hay espacios prioritarios de por sí. Al contrario, en todos ellos tiene que desplegarse la lucha revolucionaria, porque cada lucha acumula experiencia que da cuerpo a la conciencia política de los distintos sujetos que actúan en esos espacios de conflictividad social

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