Ganar las elecciones, no es ganar el
poder (*)
Por JESÚS SOSA CASTRO
En el informe que Peña Nieto dio en el Palacio Nacional,
quedaron al descubierto las taras y las debilidades de su gobierno. Habló de un
país que no existe, usó la vieja retórica priista, gastó miles de millones de
pesos para apuntalar su imagen y sin embargo, su descrédito se multiplicó.
Quiso enfrentar los problemas de su hundimiento y sólo hizo que aumentara la
indignación social, la desconfianza en la ciudadanía, mostrara su falta total
de autocrítica y exhibiera el cinismo gubernamental. Tal es la falta de
credibilidad en sus políticas, que hasta sus más leales achichincles como el
PRD y el PAN, decidieron hacerle el fuchi al no presentarse al circo que montó
el dos de septiembre en el Palacio Nacional. ¡No existe pudor en la alta
burocracia! El Presidente mostró un talante de ignominiosa decrepitud política
y una supina falta de sensibilidad para entender lo que pasa en el país
No es sólo que el informe de gobierno estaba cubierto de
mentiras, de hechos insostenibles. Lo que es demasiado, es la ausencia
escandalosa de ética y de autocrítica. La arrogancia y la estupidez la han
impuesto como un estilo oficial de gobierno, subestimando la capacidad
intelectual del pueblo mexicano. ¡El informe de Peña no tuvo sustento! Al día
siguiente del circo montado, la prensa internacional y amplios sectores de la
opinión pública de México, hicieron un balance aterrador de lo que está
padeciendo la economía y el ejercicio de la administración pública. El pueblo oyó
un informe huero, falaz y manipulador. El país se les está deshaciendo en las
manos
La preocupación de los oligarcas es tan grande que el pánico
contra Morena se trasladó de los voceros oficiosos del sistema a la cabeza del
grupo que detenta el poder. ¡Peña Nieto tampoco lo pudo superar! Tuvo que
lanzarse públicamente contra Andrés Manuel López Obrador y el Partido que
encabeza, acusándolos abiertamente de demagogos y populistas. ¡No se mordió la
lengua el señor! La posibilidad de que pierdan la elección, los está sacando de
quicio, mientras un entusiasmo desbordado hace perder el piso a varios políticos
y miembros de Morena pensando que está en puerta el triunfo electoral de este
partido. ¡Ojalá gane, pero yo creo que no va hacer tan fácil!
En el epílogo de su libro Disputar la democracia, Pablo
Iglesias refiere la experiencia que vivieron el pueblo chileno y su Presidente Salvador
Allende poco antes del golpe el 13 de septiembre de 1973. Narra que la
impaciencia de los jóvenes del MIR por cambiar el sistema, omitía el hecho de
que el terreno de la lucha, no lo habían escogido las fuerzas democráticas sino
que lo habían heredado. “Tenemos el gobierno, pero no el poder” les dijo. La historia con su cruel manera de dar la razón,
vio morir a Salvador Allende y a Miguel Enríquez. A partir de esta y otras
experiencias, me parece que el optimismo que hay en algunos de los miembros de
Morena, puede llevarla a una nueva derrota si no fortalece sus estructuras y
acaba con la antidemocracia que priva en sus filas
No basta el hartazgo social ni la pobreza y otras situaciones
bastantes veces escritas y dibujadas por los críticos del sistema. La parte
subjetiva que tiene que ver con la conciencia y la organización de los sujetos
revolucionarios, no vive su mejor momento, ni siquiera en Morena. El casi 9% de la votación que alcanzó el 7 de
junio, no es suficiente para que los grupos de interés ya anden celebrando su
próximo triunfo. Ganar las elecciones no es ganar el poder, como bien señala
Pablo Iglesias en el epílogo de su libro
Es verdad que Morena es una fuerza política cuyo trabajo y
proyecto pueden cerrar el proceso electoral con un triunfo en el 2018. Pero esa
posibilidad, supone la urgencia de acabar con las prácticas clientelares y
arribistas que están carcomiendo el cuerpo y el alma de Morena. Sin ningún
pudor, los grupos de poder y los caza puestos ya andan desatados. Les han dado
la encomienda de afiliar y éstos están afiliando a Juan de las pitas. Cada jefe
de grupo trae en su haber cientos y miles de nuevos adherentes porque esa es su
clientela. Es su fuerza con la que reclamarán puestos y se presentarán ante los
chipocludos como los más distinguidos y eficientes protagonistas del cambio
verdadero. Están prostituyendo el partido y los responsables de eso, son los
propios dirigentes
La democratización real de las filas de Morena, pasa
necesariamente por la rectificación de sus prácticas antidemocráticas. Quien
subestime la capacidad de maniobra, la enorme cantidad de recursos y la
experiencia en fraudes que tiene la derecha gobernante, está errando su
análisis. Es impresionante la falta de visión en muchos cuadros del partido.
Ganar las elecciones y luego el poder, son dos momentos que deben manejarse con
gran responsabilidad. En ambos se necesita gente organizada, consciente, capaz
y sólidamente adherida a un proyecto político. Aquellos que son llevados al
partido con criterios clientelares, no responderán a la necesidad histórica de
transformar el país, cuando mucho, son votos para los jefes tribales que los
están unciendo a sus cotos de poder. Pero como dice el líder de Podemos: En
política, “rara vez los actores principales pueden permitirse la
autosuficiencia, la arrogancia y la soberbia, cuando estas se dan, se pagan
caras” Si en Morena no se corrigen las cosas, pues, entonces, como decía el tal
Felipito: ¡Hay se los haiga!
(*) Disputar la
democracia, política para tiempos de crisis, Pablo Iglesias, Editorial
Akal
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