sábado, 11 de octubre de 2014

El Zarco de Javier Cercas
Por JESUS SOSA CASTRO (*)
Dirán mis amigos que es un poco extraño que escriba otra vez sobre el Zarco. Solo que en esta ocasión no se trata de aquel personaje  del que se ocupó, en 1869 y publicó en 1901, el gran escritor, político juarista, y maestro mexicano Don Ignacio Manuel Altamirano
Hoy quiero ocuparme de otro Zarco, de un joven que vivió en la parte final del franquismo y en los inicios de la República española. Un jovenzuelo que encarnó una furiosa historia de amor, de imposturas y violencia, de lealtades y de traiciones; y que su audacia, inteligencia y valentía lo llevaron a delinquir y pasarse más de veinticinco años en las mazmorras de España. El sufrimiento, la pasión y la arrogancia de este joven, no sólo fueron elementos decisorios en el derrumbe de su vida, sino que esto, impidió que este líder y sus seguidores, pudieran formar un equipo de guerreros, de científicos o de intelectuales, que con sus acciones, reivindicaran la historia de las mujeres y hombres que lucharon por la grandeza de la Patria de Dolores Ibárruri, la “Pasionaria”
Pero hablar hoy del Zarco, del Zarco de Javier Cercas, es poner en blanco y negro mi admiración por este escritor. Un español que en “Las leyes de la frontera” da vida a un personaje que no tiene desperdicio. Y no lo tiene porque se trata de un adolescente. Porque su arrojo y su inteligencia, horadaron las redes que la dictadura había tejido contra los opositores y que había hecho de la “seguridad” pública, el orgullo falangista. La fuerza del intrincado pensamiento de Javier, fue hilando paso a paso lo que fue la villanía delincuencial de Antonio Gamallo y sus compinches. Hizo del honor y la valentía, el principal espejo donde se miraban la personalidad y la bellaquería de estos jóvenes que pasaron por burdeles, por las drogas, por el crimen y por los asaltos a bancos.  Javier Cercas recogió en el Zarco, los mitos y la verdad de aquellos personajes cuyos rostros mostró en “Anatomía de un instante” nauseabunda expresión de los estertores franquistas, y dio, de paso, consistencia a aquel relato de los viejos guerreros que hicieron historia en “Soldados de Salamina” 
¿Por qué, se preguntarán mis lectores, me ocupo de un delincuente español, cuando en México tenemos tantos del mismo nivel, o peores, como el que describe Juan Carlos Reyna en Confesión de un Sicario?  ¡Era tan brutal el comportamiento de este joven, que gustaba decir que él solo sabía matar! ¿Será que el fenómeno de la delincuencia le empieza a ganar espacio a otras preocupaciones sociales y por eso los escritores, la prensa y los columnistas, andan en busca de personajes que entretengan y vendan literatura, mientras los gobernantes se ceban contra la gente y sus intereses vitales? ¿Será esto lo que también a mí me influyó para escribir una nota sobre un fenómeno común del que ningún país se escapa?  ¿O es el manejo de la trama y la espectacular narrativa de la que hace gala Javier Cercas lo que me hizo leer en pocos días un libro de trescientas ochenta y dos páginas?
Sean las razones que sean quiero decirles que disfruté la lectura de este libro. Semana Santa me permitió cubrir esta parte inquietante de la cultura. Lo hice, no porque sea una moda hablar de delincuencia, no. ¡En México este fenómeno nos avasalla! Lo hice porque ocurre que en todos los países, la juventud ha sido excluida de todo: de la educación, del trabajo y de los bienes culturales. ¡No tiene perspectivas! La sociedad y los gobiernos, la han relegado, marginado, y olvidado. Miles de jóvenes de España, de México, de Colombia o de cualquier otro país, hubieron deseado ir al encuentro de la cultura, del estudio, del trabajo. Pero los políticos y los gobernantes, los han echado en brazos de la violencia y han podrido lo mejor de sus sentimientos y de su sensibilidad. Los han convertido en apetecible carne para los buitres de las mafias y del neoliberalismo. ¡A la vista, no hay para ellos otra alternativa que matar o morir! ¿Será esta la razón por la cual hoy muchos escritores escriben sobre el quehacer de los villanos en lugar de dar cuenta de aquellos que trabajan por desarrollar la ciencia, la tecnología y la cultura?
Yo creo que no es casual que de manera creciente se estén tejiendo este tipo de historias. La juventud anda en busca de héroes, de paradigmas. Pero en nuestras viejas sociedades no existen estos referentes. La mayoría de los gobernantes de España, de México, de Colombia, de Grecia, de Estados Unidos y de muchos otros países; son verdaderos delincuentes, asesinos de pueblos, expoliadores de nuestras riquezas. Miren al lado que miren, los jóvenes sólo encuentran ladrones, corruptos y asesinos. ¿Cómo podemos pedirles a los adolescentes que caen en las garras del crimen, que se comporten como ciudadanos decentes cuando en torno suyo hay puros cacomiztles? ¿Cómo pedirle a Javier Cercas que no hable del Zarco, o a Juan Carlos Reyna que ya no nos hable de los jóvenes sicarios de México?
 ¿Hacia dónde tenemos que mirar para no caer en la tentación de leer lo que está produciendo esta sociedad en permanente descomposición. ¿Hacen mal Javier Cercas, Juan Carlos Reyna y Fernando Vallejo y muchos más que se han atrevido a exhibir lo que le pasa a la juventud y quiénes son los responsables de eso?  ¿Qué es lo que nos está pasando, carajo, que la violencia y el crimen comienzan a ser nuestras preferencias literarias? ¿hacia dónde camina esta sociedad?
(*) Cualquier similitud con lo que hoy pasa en México no es mera coincidencia



No hay comentarios.:

Publicar un comentario