El Zarco de Javier Cercas
Por JESUS
SOSA CASTRO (*)
Dirán mis
amigos que es un poco extraño que escriba otra vez sobre el Zarco. Solo que en
esta ocasión no se trata de aquel personaje del que se ocupó, en 1869 y publicó en 1901,
el gran escritor, político juarista, y maestro mexicano Don Ignacio Manuel
Altamirano
Hoy quiero
ocuparme de otro Zarco, de un joven que vivió en la parte final del franquismo y
en los inicios de la República española. Un jovenzuelo que encarnó una furiosa
historia de amor, de imposturas y violencia, de lealtades y de traiciones; y
que su audacia, inteligencia y valentía lo llevaron a delinquir y pasarse más
de veinticinco años en las mazmorras de España. El sufrimiento, la pasión y la arrogancia
de este joven, no sólo fueron elementos decisorios en el derrumbe de su vida,
sino que esto, impidió que este líder y sus seguidores, pudieran formar un equipo
de guerreros, de científicos o de intelectuales, que con sus acciones, reivindicaran
la historia de las mujeres y hombres que lucharon por la
grandeza de la Patria de Dolores Ibárruri, la “Pasionaria”
Pero hablar
hoy del Zarco, del Zarco de Javier Cercas, es poner en blanco y negro mi
admiración por este escritor. Un español que en “Las leyes de la frontera” da
vida a un personaje que no tiene desperdicio. Y no lo tiene porque se trata de
un adolescente. Porque su arrojo y su inteligencia, horadaron las redes que la
dictadura había tejido contra los opositores y que había hecho de la
“seguridad” pública, el orgullo falangista. La fuerza del intrincado
pensamiento de Javier, fue hilando paso a paso lo que fue la villanía
delincuencial de Antonio Gamallo y sus compinches. Hizo del honor y la valentía,
el principal espejo donde se miraban la personalidad y la bellaquería de estos
jóvenes que pasaron por burdeles, por las drogas, por el crimen y por los asaltos
a bancos. Javier Cercas recogió en el
Zarco, los mitos y la verdad de aquellos personajes cuyos rostros mostró en “Anatomía
de un instante” nauseabunda expresión de los estertores franquistas, y dio, de
paso, consistencia a aquel relato de los viejos guerreros que hicieron historia
en “Soldados de Salamina”
¿Por qué,
se preguntarán mis lectores, me ocupo de un delincuente español, cuando en
México tenemos tantos del mismo nivel, o peores, como el que describe Juan
Carlos Reyna en Confesión de un Sicario? ¡Era tan brutal el comportamiento de este
joven, que gustaba decir que él solo sabía matar! ¿Será que el fenómeno de la
delincuencia le empieza a ganar espacio a otras preocupaciones sociales y por
eso los escritores, la prensa y los columnistas, andan en busca de personajes
que entretengan y vendan literatura, mientras los gobernantes se ceban contra
la gente y sus intereses vitales? ¿Será esto lo que también a mí me influyó
para escribir una nota sobre un fenómeno común del que ningún país se escapa? ¿O es el manejo de la trama y la espectacular
narrativa de la que hace gala Javier Cercas lo que me hizo leer en pocos días
un libro de trescientas ochenta y dos páginas?
Sean las
razones que sean quiero decirles que disfruté la lectura de este libro. Semana
Santa me permitió cubrir esta parte inquietante de la cultura. Lo hice, no porque
sea una moda hablar de delincuencia, no. ¡En México este fenómeno nos avasalla!
Lo hice porque ocurre que en todos los países, la juventud ha sido excluida de
todo: de la educación, del trabajo y de los bienes culturales. ¡No tiene
perspectivas! La sociedad y los gobiernos, la han relegado, marginado, y olvidado.
Miles de jóvenes de España, de México, de Colombia o de cualquier otro país, hubieron
deseado ir al encuentro de la cultura, del estudio, del trabajo. Pero los
políticos y los gobernantes, los han echado en brazos de la violencia y han
podrido lo mejor de sus sentimientos y de su sensibilidad. Los han convertido en
apetecible carne para los buitres de las mafias y del neoliberalismo. ¡A la
vista, no hay para ellos otra alternativa que matar o morir! ¿Será esta la
razón por la cual hoy muchos escritores escriben sobre el quehacer de los
villanos en lugar de dar cuenta de aquellos que trabajan por desarrollar la
ciencia, la tecnología y la cultura?
Yo creo que
no es casual que de manera creciente se estén tejiendo este tipo de historias.
La juventud anda en busca de héroes, de paradigmas. Pero en nuestras viejas
sociedades no existen estos referentes. La mayoría de los gobernantes de
España, de México, de Colombia, de Grecia, de Estados Unidos y de muchos otros
países; son verdaderos delincuentes, asesinos de pueblos, expoliadores de
nuestras riquezas. Miren al lado que miren, los jóvenes sólo encuentran
ladrones, corruptos y asesinos. ¿Cómo podemos pedirles a los adolescentes que
caen en las garras del crimen, que se comporten como ciudadanos decentes cuando
en torno suyo hay puros cacomiztles? ¿Cómo pedirle a Javier Cercas que no hable
del Zarco, o a Juan Carlos Reyna que ya no nos hable de los jóvenes sicarios de
México?
¿Hacia dónde tenemos que mirar para no caer en
la tentación de leer lo que está produciendo esta sociedad en permanente
descomposición. ¿Hacen mal Javier Cercas, Juan Carlos Reyna y Fernando Vallejo y
muchos más que se han atrevido a exhibir lo que le pasa a la juventud y quiénes
son los responsables de eso? ¿Qué es lo
que nos está pasando, carajo, que la violencia y el crimen comienzan a ser
nuestras preferencias literarias? ¿hacia dónde camina esta sociedad?
(*) Cualquier similitud con lo que hoy pasa en México no es mera
coincidencia
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