Entre criminales, muertos y desaparecidos
Por JESUS SOSA CASTRO
Dice Eduardo Galeano que en México, la noche del dos de
noviembre los vivos invitan a los muertos a comer, beber y bailar con el
propósito de ponerse mutuamente al corriente de los chismes y las novedades del
vecindario. El humor con que el escritor uruguayo nos describe este
acontecimiento, está lleno de verdad. Tanatòlogos y estudiosos de las
costumbres y tradiciones sobre el día de muertos, han desprendido de la
historia de pueblos y regiones de México, una serie de hechos que muestran la
fe, los mitos y las manifestaciones culturales que por milenios, caminan por
nuestro territorio. De hecho, en todos los países del mundo se manifiestan
rasgos importantes de esta cultura de vida y de muerte
Pero hoy este fenómeno es aterrador.
Los gobernantes han convertido a México en un cementerio. Fosas clandestinas
con osamentas, mochilas y lápices de no se sabe quien, dicen mucho del sentimiento criminal que
anida en el alma de los asesinos neoliberales que padecemos. Yo recuerdo que
mis muertos y los de mis ancestros, significaban mucho en nuestras tradiciones
y mitos. El dos de noviembre se daban los encuentros en fiestas y comelitones
donde ellos eran los primeros en ocupar su lugar en la mesa y los vivos,
disfrutábamos los sobrantes, tan pronto
como éstos reemprendían su regreso. Hoy,
miles de mujeres y hombres recorren el país en busca de sus parientes
desaparecidos y en demanda de justicia para los asesinados por el sistema
Los muertos y desaparecidos de
Ayotzinapa, es una bestialidad. Millones de personas en el país y en el mundo
están exigiendo que los normalistas aparezcan con vida, ¡YA! La siniestra
política del capitalismo salvaje está mostrando su deshumanizada perversidad.
Los miles y miles de muertos, torturados y desaparecidos de los que habla la
ONU, fueron llevados a ese sacrificio porque se han opuesto a las políticas antipopulares
y entreguistas de los gobiernos del PRI. PAN y PRD. Los tiempos del humor mexicano
al que se refiere Galeano, se han envuelto de luto, de encabronamiento y de
furia contenida en amplios sectores de la población
El tema de la muerte asociado al Estado, ha llevado a
México a verlo en el mundo como lo que no debe ser un país civilizado. Lo que hoy
sucede, arroja una mixtura de espanto y de escalofrío. Este sentimiento que enchina la
piel de los mexicanos, es la expresión de una memoria colectiva que nos llena
de coraje y de vergüenza. Por eso, y como desagravio, el pueblo doliente ya no
solo llena de flores las tumbas de los panteones sino las calles de México y de
varios países del mundo exigiendo justicia y la entrega con vida de los 43
jóvenes desaparecidos por el gobierno de Peña Nieto. Podríamos decir que lo que
nos sucede como país, es el encuentro entre
la realidad despiadada que vivimos y el acercamiento memorioso de
nuestros mitos que hoy llena el gobierno de violencia y de sangre
Calderón y Peña Nieto nos
arrebataron la poca legalidad que los ciudadanos teníamos. Los dos acabaron con
el derecho a la vida de más de cien mil personas. Para estos narcopolíticos,
terminar con la violencia siempre fue un problema de cuántos más cuántos
soldados, policías y paramilitares hay que poner en la calle. Su falta de talento
y de olfato político sólo ha incrementado
el desasosiego y la incertidumbre de la
población. Han hecho de pueblos y calles de México, un montón de fosas comunes
en las que yacen personas que no debieron morir. Están dejando hogares en los que sus habitantes lloran y sufren
los pasos erráticos de estas bestias sin moral y sin principios
Estos miles de muertos han sido
sembrados en cerros y basureros. Niños, jóvenes y mujeres han sido las víctimas
principales de estos crímenes de lesa humanidad, sin contar los que han perdido
la vida por la incapacidad del gobierno para atender a quienes se están
muriendo literalmente de hambre. Los que han caído por las balas asesinas del crimen
organizado, de los policías y militares, no tuvieron tiempo para hacer
efectivos sus derechos humanos. Quienes deberían proteger al país de enemigos
extranjeros y guardar el orden interior, se han convertido en violadores de la
legalidad, en matones y en alcahuetes
del poder transnacional. Nuestros muertos que hoy recordamos y la exigencia de
que regresen vivos los que vivos se los llevaron, son los muertos de una guerra
no declarada, de la imbecilidad criminal. Son los muertos de una estrategia absurda, de una
impunidad atroz y terrible. Son los muertos de la fractura del Estado
Los dolientes de estos muertos
exigimos justicia, señor Peña Nieto. Ya es tiempo de que nos explique las
causas de la podredumbre que hay en su gobierno, de su narco política y de su
evidente incapacidad para resolver los problemas de la nación. Si no puede con
el paquete, renuncie y váyase a donde no se le encuentre porque la mano de la
justicia seguro que lo buscará hasta que pague sus cuentas. A casi dos años de
su gobierno, ya lleva sobre sus espaldas cerca de treinta mil muertos, decenas
y decenas de desaparecidos y tiene a un pueblo completamente agraviado por los
errores de su gobierno. ¿Cuándo nos dará una explicación sobre la montaña de muertos
que trata de esconder? ¡O tenemos que aceptar que se rige
por aquel viejo dicho de los defensores del sistema! Difuntos, los de la élite,
aunque esta sea rapaz y corrupta. ¿Los otros,
los que avientan en las fosas comunes, los que fallecen por hambre, los que son
arrastrados por los ríos o aplastados por los cerros, esos, sólo son unos
pinches muertos? ¡Qué gobernantes, carajo!
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