Carta a mi amiga Andrea Tollos
Por JESUS SOSA CASTRO
Cuando llegó tu correo estaba a punto de irme a descansar.
Eran las tres de la mañana. Se veía que nuestros desvelos coincidían y, sin
más, me puse a leer lo que también a ti te preocupaba. La curiosidad, dicen, es
la madre de todos los despropósitos. Fue así que empecé a introducirme en tu
pensamiento, en tus ideas y en tu personalidad. Lo hice, porque me picaba la
necesidad de saber qué más me podía decir una mujer que en sus escritos se
encuentra una vena que agrieta mis cimientos, antes presumidos de sólidos e
inconmovibles. ¿Que hay en una mujer-me pregunté- que a estas horas de la
madrugada me ayuda a entender y a escribir cosas de las que me había alejado
hace muchos años y convertido en un vagabundo de las lecturas y de las letras?
Pues bien, ¡te he leído con cuidado! Y a decir verdad, he
encontrado juicios y opiniones maravillosas e interesantes que, muy a mi pesar,
me están llevando a descubrir razones, ideas y una mística religiosa que no me
imaginé que tenías. Lo más trascendente
de todo esto, está en lo que coloquialmente dicen los guerrerenses. “Entre más
me picas la cresta”, más me asombro de estar entrando a un terreno que era
totalmente tuyo, o por lo menos eso creía.
Pero resulta que a fuerza de empeño y devoción ya me lo estás heredando
como una penitencia. Mi asombro crece cuando me doy cuenta que en mucho ya
pienso como tú, hablo como tú y mi moral, antes tan desparpajada e irreverente,
también ya está cuajada de lirismos tuyos. ¿Me estarás embrujando, mi querida
Andrea? ¿O son los intentos de hacer de este aventurero setentón un diácono
perverso en busca de los descarriados hijos de JESUS para volverlos al redil? ¿Podré, en un día del pronto venir, parecerme
a los caciques de nuestra comunidad que vergonzantemente ofician misas y sin
vergüenza alguna le meten la ostia en el pescuezo a los malandrines rejegos que
pululan por los caminos del señor?
¿Estaré soñando o será
la resaca de las copas que JESUS el Divino me permitió padecer el 25 de
diciembre para indicarme que mi carácter mundano no puede ser ajeno a las
debilidades de Baco y de sus hijos chupadores de ocasión? ¿En qué ando metido Andrea? Ojalá me sigas
alumbrando con tus ideas y me alejes de mis gulas y tentaciones. Pues apenas se
termina la resaca de anoche y ya estoy
pensando en las comilonas por venir y en las otras copas que aliviarán mi
angustia de hambriento pertinaz y bebedor no tan pertinaz. Ayúdame a entender
mis desvelos, Andrea. ¿Qué es eso de estar escribiendo cosas a las tres de la
mañana mientras los sueños, los tuyos y los míos, se nos escurren hacia dentro?
¿Será que somos adictos a las palabras y que éstas nos están llevando al
extremo de la locura en el explicable afán de entender lo que está ocurriendo
alrededor de la creación?
Sea pues mi querida Andrea. Hoy y en estas horas de nostalgia
y de locura te mando estas notas tan locas y dispersas como yo. En ellas va
escondido un costal de besos que te mando antes de que cada cual por su lado, y
a propósito de despedir al que se va y recibir al que viene, caigamos rendidos
ante las sugerentes insinuaciones del Dios Baco. Que la caída sea placentera.
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