El escarabajo y el
colibrí
Para
Ma. Del Carmen
Rincón Berthier
Ahora que mis amores andan como el país. En crisis permanente
Esta tierra está seca, necesita
lluvia, le decía el escarabajo al colibrí. Ya caerá, le decía uno al otro. Un
día, el pequeño pájaro levantó vuelo hasta posarse en una flor. Andaba en busca
de rocío y miel. Un tanto satisfecho de su hallazgo se dijo: El tiempo mejora. Y
emprendió el regreso para darle la buena nueva a su amigo el escarabajo
Pero mal le había ido al amigo. Su
dorso, sus alas y sus patas, iban y venían, dispersas, por las oleadas cálidas
del viento. ¡No hay nada qué hacer, pensó! El amigo ya no estaba. La tierra
seguía seca, no había vida, ni flores, ni humedad ni miel. Sus expectativas de
vida, se hacían pequeñas. Su mundo estaba llegando a su
fin
Entonces el colibrí, triste y
lleno de pesar, tomó una decisión. Se dejaría llevar por el viento. No buscaría
flores, ni miel. Solo volaría y volaría, se pondría en manos del aire y del
tiempo. Pero un día, los aires lo volvieron a la tierra seca. ¡No se arrepintió!
Pensó que la suerte lo había devuelto a la tierra donde yacía su amigo el
escarabajo. Sus ojos dieron cuenta de que sólo habían quedado, calcinados por
el sol, su dorso, sus alas y sus patas. Triste, pensó que un día, también sus restos
correrían la misma suerte. Tal vez el viento y la tierra los sepulten o los
lleven al lado de los restos de mi amigo. Pero allí, meditó el colibrí, de los
huesos de ambos, surgirán las flores y la miel. Las necesita esta tierra seca.
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