Lo único que hemos perdido, es el miedo
Por JESUS SOSA CASTRO
Hace un año recibí una carta de
Karen Ángel Sosa, una hermosa muchacha sobrina mía. Me sorprendió que siendo
intrépida como es y viajante frecuente por el país y por otras partes del
mundo, me dijera que ella y su madre, eran presas del miedo. De pronto no
entendí de qué miedo me hablaba. Pero sentí en su carta que su ánimo estaba
violentado y en mi respuesta quise aligerar su pena pero es hasta hoy, que me
explico y comprendo su angustia de aquel entonces. Hoy, después de saberla
participante con su madre en las marchas del #YoSoy132, quisiera reeditar esa
carta y agregarle, para regocijo suyo y mío, algo más sobre lo que hoy podría
llamar el miedo de todos.
Nadie ignora que vivimos los mexicanos
una descomposición social. La vida pública y privada nos la han degradado. Karen
como su hermano y como miles y miles de jóvenes les gustaba acampar a la orilla
de los lagos, de los arroyos. De más joven caminaba por los cerros y cañadas
que hicieron de nosotros los campesinos, las veredas seguras donde oíamos
cantar a los pájaros y aspirábamos el aire puro de esas montañas en camino para
ir a ordeñar a las vacas. Hoy, un puñado de cuatreros de la política nos ha
arrebatado todo eso y más. Ya no se puede andar por caminos ni carreteras.
Rancherías, pueblos y ciudades se han convertido en lugares donde anida la
inseguridad, la tortura y la muerte. Todos los días sabemos que jóvenes,
hombres y mujeres los han desaparecido con la consiguiente pena de sus familias
y de la sociedad. Creo entender lo que está pasando en el país. Recogeré al
final de la carta que hace un año le escribí a Karen, algunas ideas que me han
llenado de saber y de entendimiento pronunciadas por nuestros muchachos. Esta es la carta
“Hoy me entero que en tu
espacio se apagó la luz, que la
oscuridad se apropió de tu ánimo, que te sientes sola y que tienes miedo a los
atropellos del hombre, es decir, tienes temor de quienes sin ética y mínima
misericordia, echan a sus gorilas a golpear
y humillar a la gente. Entiendo además que has descrito un fenómeno social angustiante, repetido por
toda la geografía nacional y enormemente cierto. Estamos viendo que nuestra
sociedad está empeñando su futuro a funcionarios ineptos, cobardes y mediocres
que solo infunden miedo y terror a sus gobernados. Pero parte de lo que nos
pasa, mi hermosa Karen, es culpa de nosotros. Como sociedad hemos permitido que
millones de mujeres y hombres apenas sobrevivan al hambre, al desempleo, a la
mediocridad. Hemos permitido que los rufianes dirijan este país sin manifestar de
manera suficiente la necesidad de construir otro país para no quedarnos solo
con nuestro encabronamiento. Por las calles de México han sido quedados cincuenta mil cuerpos de niños, mujeres y hombres que
fueron asesinados por los cuerpos militares y no hemos levantado la voz como se
debe para exigir justicia. Han asesinado y violentado a maestros,
intelectuales, a mujeres y a hombres de la cultura, y sus centros de trabajo y
nosotros, la gente más entendida sobre lo que pasa, apenas hemos denunciado
estos terribles acontecimientos.
Ya hubo tiempos en que los poetas
percibieron que un atropello puede crecer si la fuerza salvaje del poder no se denuncia
y se para a tiempo. Bertold Breth puso
el dedo en la llaga cuando reclamaba a su sociedad que fuera sorda y muda ante
la prepotencia y el crimen que estaba cometiendo el nacismo alemán. No se
oyeron las protestas cuando los SS se llevaron a unos y la mayoría no dijo nada.
Cuando los mismos esbirros vinieron por el último, ya no hubo nadie que
protestara y así se lo llevaron a la muerte. Algo de esas noches de terror
estamos empezando a vivir. Digo empezando, porque los dueños del poder hoy,
están exigiendo que haya leyes para proteger a los esbirros y al Estado para
seguir en la impunidad, atropellando y matando, en lugar de hacer leyes para
proteger a la sociedad. Estamos huérfanos de todo, excepto del poder que
subyace en nosotros cuando aprendamos a tomar decisiones que le cambien el
rostro al país.
Yo tengo claro que tu miedo, mi
querida sobrina, es un miedo colectivo, social. Comprendo tu angustia y tu soledad
porque en la pregunta de Efraín Bartolomé, poeta atropellado por los gorilas de
Peña Nieto y de Marcelo Ebrard, de si ¿Realmente
estamos tan solos? se encierra la principal pesadilla de los ciudadanos
de esta ciudad y del país. ¡Sí creo que hoy estamos solos porque seguimos
siendo sordos y mudos ante el trabajo de organización que estamos haciendo en
las filas de MORENA, para pasar de la inseguridad y la violencia que vivimos, a
un Estado de bienestar, de trabajo, de paz y de cultura. ¡Buscamos hacer de México
un país habitable!
Quisiera compartir tu angustia
diciéndote que pronto esto puede cambiar. Pero no será como resultado de
milagros inexplicables ni de dádivas que nos avienten los que hoy detentan el
poder. Tendrá que ser resultado de nuestro trabajo, de nuestra participación y
de abrazar un Nuevo Proyecto de Nación. Conozco tu posición sobre estas
cuestiones y eso, mi hermosa sobrina, es la parte principal de mi mensaje.
Vamos a lograr cambiar a México y todos, en su nivel y en sus posibilidades, llevaremos prendido en la conciencia el orgullo de saber
que hicimos del miedo y del hambre, la catapulta fundamental para darle al país
un rostro lleno de esperanza y el perfil necesario que hoy requiere nuestra
Nación. A eso aspiro y a eso te llamo, a trabajar por el cambio para salir del
espanto y del terror que hoy sufrimos tú, tu madre, yo y millones de mexicanos.
Dejemos atrás nuestros miedos y demos el paso que nos falta por dar.
Organizarnos, y trabajar por el cambio que nos Merecemos. En las
manifestaciones contra la imposición, en las calles y plazas de México pude ver que miles y miles de jóvenes entre
los que estabas tú y tu madre, gritábamos que “nada nos han arrebatado, lo
único que hemos perdido es el miedo”
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