sábado, 15 de noviembre de 2014

Lo único que hemos perdido, es el miedo
Por JESUS SOSA CASTRO
Hace un año recibí una carta de Karen Ángel Sosa, una hermosa muchacha sobrina mía. Me sorprendió que siendo intrépida como es y viajante frecuente por el país y por otras partes del mundo, me dijera que ella y su madre, eran presas del miedo. De pronto no entendí de qué miedo me hablaba. Pero sentí en su carta que su ánimo estaba violentado y en mi respuesta quise aligerar su pena pero es hasta hoy, que me explico y comprendo su angustia de aquel entonces. Hoy, después de saberla participante con su madre en las marchas del #YoSoy132, quisiera reeditar esa carta y agregarle, para regocijo suyo y mío, algo más sobre lo que hoy podría llamar el miedo de todos.
Nadie ignora que vivimos los mexicanos una descomposición social. La vida pública y privada nos la han degradado. Karen como su hermano y como miles y miles de jóvenes les gustaba acampar a la orilla de los lagos, de los arroyos. De más joven caminaba por los cerros y cañadas que hicieron de nosotros los campesinos, las veredas seguras donde oíamos cantar a los pájaros y aspirábamos el aire puro de esas montañas en camino para ir a ordeñar a las vacas. Hoy, un puñado de cuatreros de la política nos ha arrebatado todo eso y más. Ya no se puede andar por caminos ni carreteras. Rancherías, pueblos y ciudades se han convertido en lugares donde anida la inseguridad, la tortura y la muerte. Todos los días sabemos que jóvenes, hombres y mujeres los han desaparecido con la consiguiente pena de sus familias y de la sociedad. Creo entender lo que está pasando en el país. Recogeré al final de la carta que hace un año le escribí a Karen, algunas ideas que me han llenado de saber y de entendimiento pronunciadas por nuestros muchachos.  Esta es la carta   
“Hoy me entero que en tu espacio  se apagó la luz, que la oscuridad se apropió de tu ánimo, que te sientes sola y que tienes miedo a los atropellos del hombre, es decir, tienes temor de quienes sin ética y mínima misericordia, echan a sus  gorilas a golpear y humillar a la gente. Entiendo además que has descrito  un fenómeno social angustiante, repetido por toda la geografía nacional y enormemente cierto. Estamos viendo que nuestra sociedad está empeñando su futuro a funcionarios ineptos, cobardes y mediocres que solo infunden miedo y terror a sus gobernados. Pero parte de lo que nos pasa, mi hermosa Karen, es culpa de nosotros. Como sociedad hemos permitido que millones de mujeres y hombres apenas sobrevivan al hambre, al desempleo, a la mediocridad. Hemos permitido que los rufianes dirijan este país sin manifestar de manera suficiente la necesidad de construir otro país para no quedarnos solo con nuestro encabronamiento. Por las calles de México han sido quedados cincuenta  mil cuerpos de niños, mujeres y hombres que fueron asesinados por los cuerpos militares y no hemos levantado la voz como se debe para exigir justicia. Han asesinado y violentado a maestros, intelectuales, a mujeres y a hombres de la cultura, y sus centros de trabajo y nosotros, la gente más entendida sobre lo que pasa, apenas hemos denunciado estos terribles acontecimientos.
Ya hubo tiempos en que los poetas percibieron que un atropello puede crecer si la fuerza salvaje del poder no se denuncia y se para a tiempo. Bertold  Breth puso el dedo en la llaga cuando reclamaba a su sociedad que fuera sorda y muda ante la prepotencia y el crimen que estaba cometiendo el nacismo alemán. No se oyeron las protestas cuando los SS se llevaron a unos y la mayoría no dijo nada. Cuando los mismos esbirros vinieron por el último, ya no hubo nadie que protestara y así se lo llevaron a la muerte. Algo de esas noches de terror estamos empezando a vivir. Digo empezando, porque los dueños del poder hoy, están exigiendo que haya leyes para proteger a los esbirros y al Estado para seguir en la impunidad, atropellando y matando, en lugar de hacer leyes para proteger a la sociedad. Estamos huérfanos de todo, excepto del poder que subyace en nosotros cuando aprendamos a tomar decisiones que le cambien el rostro al país.
Yo tengo claro que tu miedo, mi querida sobrina, es un miedo colectivo, social. Comprendo tu angustia y tu soledad porque en la pregunta de Efraín Bartolomé, poeta atropellado por los gorilas de Peña Nieto y de Marcelo Ebrard, de si ¿Realmente estamos tan solos? se encierra la principal pesadilla de los ciudadanos de esta ciudad y del país. ¡Sí creo que hoy estamos solos porque seguimos siendo sordos y mudos ante el trabajo de organización que estamos haciendo en las filas de MORENA, para pasar de la inseguridad y la violencia que vivimos, a un Estado de bienestar, de trabajo, de paz y de cultura. ¡Buscamos hacer de México un país habitable!
Quisiera compartir tu angustia diciéndote que pronto esto puede cambiar. Pero no será como resultado de milagros inexplicables ni de dádivas que nos avienten los que hoy detentan el poder. Tendrá que ser resultado de nuestro trabajo, de nuestra participación y de abrazar un Nuevo Proyecto de Nación. Conozco tu posición sobre estas cuestiones y eso, mi hermosa sobrina, es la parte principal de mi mensaje. Vamos a lograr cambiar a México y todos, en su nivel y en sus posibilidades, llevaremos  prendido en la conciencia el orgullo de saber que hicimos del miedo y del hambre, la catapulta fundamental para darle al país un rostro lleno de esperanza y el perfil necesario que hoy requiere nuestra Nación. A eso aspiro y a eso te llamo, a trabajar por el cambio para salir del espanto y del terror que hoy sufrimos tú, tu madre, yo y millones de mexicanos. Dejemos atrás nuestros miedos y demos el paso que nos falta por dar. Organizarnos, y trabajar por el cambio que nos Merecemos. En las manifestaciones contra la imposición, en las calles y plazas de México  pude ver que miles y miles de jóvenes entre los que estabas tú y tu madre, gritábamos que “nada nos han arrebatado, lo único que hemos perdido es el miedo”

   

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